Valorando el sufrimiento: reflexión sobre semana santa

Esta semana conmemoramos la vida, ministerio, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Y aunque para los que tenemos una relación personal con el Señor suele ser una buena excusa para refrescarnos el mensaje del Evangelio y compartirlo, para muchos otros estas fechas tienen otras connotaciones. Para algunos, este periodo se toma como una excusa para vacacionar, salir de viaje y descansar. Para otros, es la oportunidad de ver en televisión películas y series sobre la Biblia. Los apologistas aprovechan estas fechas para reprochar a los ateos: “si Dios no existe, ¿entonces por qué tomas vacaciones de semana santa? Jaque mate, ateo”.

Pero, poniéndonos serios, quisiera aprovechar estos días para reflexionar sobre un aspecto de lo que celebramos el día de ayer: viernes de crucifixión, o el tiempo de la pasión de Cristo. Llamamos “la pasión de Jesús” a ese periodo que el Señor atravesó desde su encarcelamiento clandestino hasta su muerte en la cruz. Siendo niño, me preguntaba “¿por qué se llamará pasión? ¿es porque Jesús estaba muy apasionado en su camino de tortura?”. Bueno, en realidad pasión viene de una palabra latina que significa “sufrir”. De hecho, de la misma raíz de la palabra latina derivamos palabras como “pasivo” o “paciente”, teniendo un significado contrario al de acción. La pasión es algo que se recibe, en particular un sufrimiento.

Mientras reflexionaba sobre esta semana y lo que celebramos, decidí retomar el libro de John Piper, La pasión de Jesucristo: Cincuenta razonas por las que Cristo vino a morir. A pesar de que es un librito muy corto, la profundidad de su mensaje es impresionante. Usualmente uno piensa en una o dos razones por las que Cristo murió: para pagar el precio de mi pecado y salvarme. Bueno, Piper enlista cincuenta razones, y todavía se atreve a afirmar que apenas está arañando la superficie de este misterio.

Quiero enfatizar en esto: la muerte de Jesús es un gran misterio. Si tú piensas que conoces perfectamente todo el significado de la muerte de Jesús, déjame invitarte a tomar una dosis de humildad y sumergirte en las profundidades de la sabiduría de Dios. Es un profundo misterio: El Dios Santo, Santo, Santo (Isaías 6:3), tan puro de ojos que ni siquiera puede ver la maldad (Habacuc 1:13), ese mismo Dios justo que no deja sin castigo al culpable (Éxodo 34:7)… ese Dios decidió pasar por alto toda tu maldad, toda mi maldad, toda la maldad ocurrida a lo largo de toda la historia de la humanidad. Pero no sólo lo dejó pasar: Envió a su Único Hijo para hacerse cargo de todo, para pagar el precio, para hacerse responsable de nuestros actos. Y lo más impresionante de todo: Dios orquestó todo. Esto no fue un plan accidental, no fue un plan B, no fue una improvisación divina. No, Dios planeó, diseñó y orquestó todo desde antes de los tiempos de los siglos (2 Timoteo 1:9). Pero esto tampoco se trata de una misión a la que Dios Padre envió a un Hijo resignado. No. Cristo no perdió su vida, a Él no le arrebataron la vida; Él puso su vida (Juan 10:18).

¿Por qué creer?

Algunos podrían pensar: ¿y cómo sabemos que la muerte de Jesús es tan efectiva? ¿Cómo estamos seguros de que su sacrificio fue perfecto, agradable para Dios, de tal manera que no quedará nada más pendiente por pagar? Bueno, una respuesta es que Dios mismo reveló que Cristo sería aquél Mesías que vendría a rescatar no sólo al pueblo de Israel, sino al mundo entero. Desde el Antiguo Testamento vemos una y otra vez cómo se promete un Salvador, un Ungido que liberaría al oprimido. Las probabilidades de que una persona cumpla tan sólo 8 profecías del Antiguo Testamento relacionadas al nacimiento y primeros años del Mesías son de 1 en 1017. Para dimensionarlo, imagina cien mil billones de fichas negras. Y tú, a la primera oportunidad, debes sacar la única ficha en blanco. ¿Cuánto dinero apostarías a tu favor? ¡Espero que nada! Si lo dejamos al azar, vas a necesitar muchos intentos. Pero imagina que yo, el organizador del concurso, invito a mi esposa a que concurse, y a la primera oportunidad ella saca la ficha blanca. ¿Qué pensarías? ¡Esto está orquestado! Si hay un Ser inteligente interesado en que saques esa ficha, y ayude para lograrlo, las probabilidades para ganar cambian. ¡Será mejor apostar todos tuas ahorras si sabes del plan!

Eso fue lo que pasó con Jesús. Recuerda, la probabilidad de 1 en 1017 se refiere sólo a 8 profecías sobre el nacimiento y primeros años del Mesías. Creo que todas las demás profecías del Antiguo Testamento tuvieron su cumplimiento en Jesús. Además, otro dato que me impresiona de la pasión de Cristo es el momento en el que se suscitó. Algunos pensarán que la primera venida de Jesús tardó mucho tiempo en efectuarse. Sin embargo, la Biblia afirma en Gálatas 4:4 que cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo. Ahora, ¿a qué se refiere la Biblia? Que el momento de la venida de Cristo fue un momento crucial para el crecimiento exponencial de la población en el mundo. La Oficina de Referencia Poblacional (PRB por sus siglas en inglés) estima que en toda la historia han vivido aproximadamente 108 mil millones de personas en el mundo, y sólo el 2% de esa cantidad nació antes de la Primera Venida. A algunos les pareció mucho tiempo, pero en la plenitud del tiempo Dios envió a su Hijo. Por esto confío en que Jesús es el Mesías prometido, y por lo tanto creo que su sacrificio es suficiente para mi salvación.

Pudiera repasar por horas todas las razones que existen para confiar que el sacrificio del Cordero es perfecto, que Cristo es el Hijo de Dios y que deberíamos poner nuestra fe en Él. Pudiera mencionar todas las razones históricas por las que es mejor creer que Jesús realmente vivió, murió y resucitó de entre los muertos. Y aunque yo estaría fascinado con eso, y aunque pueda proporcionar mil evidencias y razonamientos, sé que nada de esto respondería la siguiente pregunta: ¿por qué Jesús tuvo que morir? Sobre todo, ¿por qué tuvo que sufrir tanto? ¿qué habrían pasado los discípulos? ¿por qué atravesaron tanta decepción y sufrimiento al ver a su Maestro muerto? Puedo llevarlo más lejos: ¿por qué existe el sufrimiento? ¿por qué hay situaciones complicadas donde parece que Dios no hace nada?

Ante esta pregunta ningún razonamiento lógico o histórico es suficiente. Sin embargo, en estos días Dios ha sido muy puntual en señalarme el aspecto positivo del sufrimiento. Y esto es raro, porque el sufrimiento lo solemos catalogar como algo malo, algo que debemos evitar, algo negativo. Parece ser que valorar el sufrimiento es tonto. Pero esa idea cambió dentro de mí al leer una historia que, aunque parece que tiene poco que ver con la pasión de Jesús, en realidad nos deja una lección sobre cómo podemos tomar nuestra propia cruz y seguir a Jesús. La historia se encuentra en Génesis:

El ángel del Señor la encontró junto a una fuente de agua en el desierto, junto a la fuente en el camino de Shur, le dijo: «Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde has venido y a dónde vas?». Ella le respondió: «Huyo de la presencia de mi señora Sarai». «Vuelve a tu señora y sométete a su autoridad», le dijo el ángel del Señor…

Génesis 16:7-9

Este pequeño pasaje me permite reflexionar en tres aspectos que nos arrojan luz para comprender por qué el sufrimiento se prolonga (se hace eterno), y cómo podemos sobrellevar este sufrimiento de manera gozosa. Porque sí: ¡es posible gozarse en el sufrimiento!

Contentos con poco

El ángel de Jehová encontró a Agar “junto a una fuente de agua en el desierto”. Las fuentes en medio del desierto eran una gran bendición en la antigüedad. Sin embargo, ¿sería suficiente una pequeña fuente en medio de un gran desierto? A menos que fuera eterna, la fuente en la que Agar se quedó le quedaría mal; y aún así, el ángel la encontró junto a la fuente. Agar se contentó con una pequeña fuente que tarde o temprano se acabaría. Y creo que ese es el primer paso para prolonfar nuestro sufrimiento: contentarse con muy poco. Esto es lo que Dios reprocó al pueblo de Israel:

«Porque dos males ha hecho Mi pueblo:
Me han abandonado a Mí,
Fuente de aguas vivas,
Y han cavado para sí cisternas,
Cisternas agrietadas que no retienen el agua.

Jeremías 2:13

Fueron dos males que Dios reprochó al pueblo: (1) Abandonarlo a Él, fuentes de agua viva, y (2) cavar cisternas rotas para sí. El primer mal nos parece sensato: es obvio que abandonar a Dios está mal. Pero ¿qué del segundo mal? Interesantemente, Dios reprocha al pueblo el que se hubiersen contentado con cisternas rotas. En otras palabras, a Dios no le molesta la búsqueda del placer, de la saciedad del alma, del deleite. A Dios le molesta que busquemos eso en cisternas rotas que no retendrán dicho deleite por mucho tiempo. El problema que Dios tiene es que nos contentamos con poco, y entonces se prolonga el sufrimiento. C. S. Lewis, el aclamado escritor británico, lo puso de este modo:

Si persiste en gran parte de las mentes modernas la idea de que desea nuestro propio bien y esperar fervientemente el placer es algo malo, yo planteo que esa idea […] no es parte de la fe cristiana […] Nuestro Señor encuentra nuestros deseos no demasiado fuertes, sino demasiado débiles […] Somos criaturas que pierden el tiempo con la bebida, el sexo y la ambición cuando se nos está ofreciendo una alegría infinita […] Nos quedamos contentos con demasiada facilidad.

C. S. Lewis en El peso de la gloria.

Parte de nuestro sufrimiento se debe no a buscar placer, sino a encontrarlo con cosas superficiales, pasajeras, finitas. Como Agar, vivimos un desierto de angustias y problemas, pero de algún modo nos contentamos con una pequeña fuente. Nos contentamos con la pornografía, con el dinero, con el entretenimiento de las redes sociales o plataformas digitales. Mantenernos en este estado sólo hará que el sufrimiento se perciba como indeseable, en lugar de un vehículo que me lleve al cumplimiento del propósito de Dios.

Falta de sentido

El ángel de Jehová le hizo a Agar dos preguntas: “¿De dónde bienes y a dónde vas?”. Sin embargo, Agar sólo respondió una pregunta: “huyo de la presencia de mi señora”. Sabía de dónde venía, pero no sabía a dónde iba; en otras palabras, no tenía sentido, rumbo ni propósito. Y esta es la mejor forma de prolongar el sufrimiento: afanarse en buscar culpables, en buscar las causas, sin prestar atención en cómo esta expeiencia obra para el futuro. No percibimos ningún sentido en el sufrimiento actual, y con eso prolongamos la agonía.

Victor Frankl, un psiquiatra judío que vivió en la época de la Segunda Guerra mundial, habló de este punto. Vivir sin un sentido es vivir en desesperación. Vivir con un sentido es vivir con plenitud a pesar de las circunstancias. Cuando no tenemos un sentido ni un propósito, cuando sabemos de dónde venimos, pero no tenemos idea de a dónde vamos, entonces el sufrimiento se prolonga y parece inútil. Nos amarga. Nos roba el gozo.

No obstante, la pasión de Jesús vino a resolver eso. Pedro nos dice que Jesús llevó sobre Su cuerpo nuestros pecados, para que muramos al pecado, y vivamos a la justicia (1 Pedro 2:24). Pablo menciona que a los que “aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” (Romanos 8:28). En otras palabras, la pasión de Cristo trajo un propósito al cual somos llamados. Y si caminamos en ese propósito, entonces todas las cosas cooperan para bien. ¿Sabes qué significa “todas” en griego? Significa “todas”. Incluso el sufrimiento. Por lo tanto, podemos dejar de prestar atención a la idea de dónde viene el sufrimiento, para enfocarnos en su propósito en la plan de Dios.

Valorando el sufrimiento

A pesar del sufrimiento y la angustia que Agar estaba pasando, Dios no pretendía sacarla de ese lugar. Al contrario, la indicación fue “vuelve a tu señora y sométete a su autoridad”. Esto podría parecer injusto. ¿Acaso Dios está solapando el maltrato? ¿Acaso Dios quiere que sufra Agar? Trasladémoslo a nuestra vida: ¿por qué Dios no quita nuestros problemas? ¿Por qué Dios permite el sufrimiento? ¿Por qué permitió que la persona que amaba falleciera? ¿Por qué permitió que mi pareja me dejara? ¿Por qué?

Cuando llegamos a este punto, creo que tenemos dos alternativas. Hay personas que se consumen en el sufrimiento al punto de negar la existencia de Dios. “Si Dios fuera bueno, justo y lo pudiera todo, no habría permitido esto”. Hay personas que, aunque no rechazan la existencia de Dios, simplemente rechazan seguirlo. Creen que no vale la pena. Si tomamos este camino, la opción que nos queda es sencilla: la cruel indiferencia de la vida. Nada tiene sentido. Sin embargo, la segunda alternativa que tenemos es justamente percibir el sufrimiento como vehículo que me guíe al cumplimiento de las promesas y el propósito de Dios. Pedro lo pone de esta forma:

13 […] Alégrense de poder sufrir como Cristo sufrió, para que también se alegren cuando Cristo regrese y muestre su gloria y su poder. 14 Si alguien los insulta por confiar en Cristo, consideren ese insulto como una bendición de Dios. Eso significa que el maravilloso Espíritu de Dios está siempre con ustedes.

1 Pedro 4:13-14

Al principio, Pedro menciona que debemos alegrarnos por sufrir como Cristo sufrió. El sufrimiento de Cristo me parece importante para valorar nuestro propio sufrimiento en perspectiva eterna. Pero ¿cómo sufrió Cristo? El autor de Hebreos responde:

puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón.

Hebreos 12:2-3

Cristo sufrió la cruz por el gozo puesto delante de Él. La única forma en que tú y yo podemos valorar el sufrimiento es poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Esto, de hecho, fue lo que ayudó a Agar a regresar con Sara. Después de su encuentro con el ángel de Jehová, en Génesis 16:13 se dice que “Agar llamó el nombre del Señor que le había hablado: «Tú eres un Dios que ve»; porque dijo: «¿Estoy todavía con vida después de ver a Dios?»”. En otras palabras, Agar se dio cuenta de que, en medio del desierto, había un Dios que ve. De la misma manera, en nuestro desierto, en nuestro sufrimiento, hay un Dios viviente que nos ve, que se interesa, que nos cuida. Piper afirma:

Del mismo modo que la esperanza de gozo capacitó a Cristo para soportar la cruz, nuestra esperanza de gozo nos capacita para sufrir con Él. Jesús nos preparó para esto mismo cuando dijo: “Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande” (Mateo 5:11-12). Nuestro premio será gozar a Dios con el verdadero gozo que el Hijo de Dios tiene en Su Padre.

John Piper en La pasión de Jesucristo

Si hay un mensaje para recordar en estos días de semana santa, es este: el sufrimiento y el gozo no son mutuamente excluyentes. Es más: el sufrimiento es el vehículo para el gozo eterno. ¡Gloria a Dios por Cristo Jesús, quien hizo posible este vehículo!

Referencias

  • Pedro Felipe Molau, Diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid: Rivadenetra, p. 365
  • John Piper, La pasión de Jesucristo: Cincuenta razonas por las que Cristo vino a morir. Miami: Unilit
  • Bill Bright, Un hombre sin igual. Miami: Unilit.
  • BBC News. Día mundial de la población: ¿cuántos humanos han vivido en la tierra? Ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias-48958753. Para acceder a la PRB: https://www.prb.org/
  • C. S. Lewis, El peso de la gloria. Madrid: Rialp

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